CAPITULO I

Sexualidad Transpersonal

ENSUEÑO DIRIGIDO

No había sacado aún la llave de la puerta, cuando una sinfonía de teléfonos acompañó mi entrada. Todo eran urgencias. La falta de lluvia y el persistente viento sur, hacia que los iones positivos dominaran el ambiente, trastornando las mentes. Incluso yo, me sentía cansada. Irma me entregó varios mensajes que cogí mecánicamente mientras me encerraba en el silencio de mi despacho.

Esa misma mañana tenía cita con John, un paciente peculiar que acudió a mí por insomnio.

En realidad su insomnio no era tal.

Un conjunto de imágenes amenazadoras, que surgían de la nada, con extraordinarios visos de realidad, eran la causa de sus desvelos.

Lo que en un principio consideré alucinaciones de una mente enferma, se convirtió en una parte de otra realidad.

Aquello no estaba en los libros, y no se me ocurrió mejor medio de exploración que el Ensueño Dirigido. A través de esta técnica no descubrí, para mi desaliento, ningún conflicto con las figuras paterna o materna; tampoco había problemas afectivos o de relación social. Cuando estaba dispuesta a rendirme, el propio John me dio la clave.

Dos semanas atrás, un día, y sin previa cita, apareció en la consulta con el rostro desencajado

-.Esto es cosa de brujas.

-Cálmate y dime que ocurre, seguro que hay una explicación para ello, sea lo que sea.-Te digo que es cosa de brujas, Ana. No estoy loco, no es mi imaginación, ocurre de verdad.

– Yo sentí que había fracasado. Rápidamente pegué un repaso mental a las sesiones temiendo haber empujado al pobre John a la locura.Ana no estoy loco. ¿Recuerdas el último ensueño que realizamos?. Pues se ha cumplido, en mi casa y tal como lo describí.

Las imágenes del ensueño, pasaron por mi mente, John se había trasladado, con mi ayuda, a una casa del siglo pasado, majestuosa con grandes torres puntiagudas que invitaban a la fantasía. Tras un amplio recorrido por las salas desiertas, penetró en un gran salón totalmente recargado, con grandes cortinones rojos y vidrieras. Numerosos libros descansaban en estanterías polvorientas, abandonadas durante años.

En el centro de la estancia, una especie de mago cano alzaba una copa, mientras la alfombra con dibujos recargados comenzaba a arder bajo sus pies. La densidad del humo, provocó una fuerte angustia en John, teniendo que sacarlo del ensueño. Aparentemente no había explicación, y así se lo hice saber, quedando en repetir la experiencia en una próxima cita.

Pero su excitación de hoy era diferente. Tratando de aparentar tranquilidad, le pedí que fuera más explícito.

– ¿Recuerdas el salón y la alfombra incendiada? Bien. Cuando volví a casa no podía pensar en otra cosa. El ensueño me obsesionó, y ayer mientras estaba en el salón leyendo y relajándome con la música de Listz, me fijé en la alfombra bajo la mesa, y a los pocos segundos, comenzó a surgir un humo denso, que se transformó en llamas. Si no llega a ser por mi mujer, ardemos todos. Yo estaba petrificado y no pude hacer nada.

Aquello me dejó atónita. El ensueño se había cumplido, aunque bien pudo ser una cerilla o cualquier cosa lógica lo que hubiera provocado el fuego. Así que decidimos probar de nuevo.

Esta vez, la primera imagen fue mucho más placentera, una estancia totalmente iluminada y con un agradable olor a flores, situó a John en una especie de mundo futuro. Seres luminosos le rodeaban infundiéndole paz. Uno de ellos hizo surgir ante él una hermosa copa de cristal, y ante sus ojos con su uña, hizo un corte perfecto en el borde de la copa, desprendiendo la parte superior y dándosela a John, diciendo «ahora puedes descansar».

Un pequeño sonido continuo a nuestras espaldas, interrumpió el ensueño. Al buscar el origen, descubrimos con estupor, la pequeña copa donde siempre pongo una flor. Una línea perfecta se estaba dibujando en su borde. Al terminar, la parte superior se desprendió totalmente tal como había sucedido en el ensueño.

No supe que decir. En la universidad no me enseñaron esto y, aunque no soy supersticiosa, si tuve una sensación de miedo. Prometí a John que buscaría una explicación para la próxima sesión, y nos despedimos.

Por supuesto busqué en los libros las respuestas que me faltaban, y pude descubrir, que el proceso previo a todo lo que le ocurría a John, es lo que en Parapsicología se llama «Desdoblamiento». La descarga eléctrica en la cabeza, la paralización y la invasión paulatina de su entorno por diversas figuras, en lo que se llama el bajo astral. Pero ¿Qué tenía que ver esto con la psicología?.

Continuaba buscando respuestas a mis preguntas, cuando Irma me pasó una llamada. Era John.

  • ¿Ocurre algo John? – pregunté preocupada.
  • No y sí. Una vez más el ensueño se ha cumplido. Tal como me dijo aquel ser, «ahora puedo descansar» después de tanto tiempo he podido dormir una semana seguida; la pesadilla ha terminado.
  • ¡Eso es estupendo! Ahora podremos seguir investigando más libremente.
  • ¡No Ana!, lo siento, no tengo ningún deseo de volver a pasar por algo parecido.
  • Pero John – supliqué – lo que te ha ocurrido es algo extraordinario; podría ser la clave para entender ciertas enfermedades.
  • Entiendo tu punto de vista, pero todo ha pasado y yo quiero olvidar, que investiguen otros.
  • De acuerdo John, perdona mi falta de consideración. Si necesitas algo llámame.
  • Lo haré, descuida y hasta luego.

Me quedé contemplando el auricular. Con John se habían desvanecido mis esperanzas, ¡Hubiera sido estupendo! Encontrar una puerta a otra realidad que demostrase que quizá la locura no existe de verdad…!

Archivé el dossier de John y lo cerré con llave relegándolo al pasado, y me dispuse a cumplir las consultas y tareas que marcaba mi dietario.

Las ocho de la tarde señalaron el final de la jornada, y tras tomar mi acostumbrada cerveza en el Harris, me dirigí a casa.

No tenía mucho apetito, la conversación con John me lo había quitado, así que me dispuse a olvidar. Me preparé un café y con la música de CARMINA BURANA de fondo, elegí un libro al azar para distraer mi ánimo. En mis manos calló El Péndulo de Foucault, y pensé que era un buen ejercicio para mi mente seguir su trama. Al poco descubrí que no cambiaba de página; mi pensamiento libremente se había fijado en lo acontecido aquella mañana. ¿Y si fuera cierto? … ¿podria existir una puerta que conectase al hombre con otros mundos? ¿Las alucinaciones serían realmente signos de locura o manifestaciones paranormales? Hay quienes piensan que los espíritus están en contacto con los hombres y los provocan enfermedades o, al contrario, les sanan de las mismas. ¿Será nuestra imaginación el puente entre dos mundos…? Multitud de preguntas se atropellaban en mi mente, y bruscamente cerré el libro. Lo mejor era dormir, seguro que al día siguiente vería todo de distinta manera.

El sonido de la lluvia me despertó. Por fin se limpiaría el ambiente y las mentes, ¡para que luego digan que el tiempo no influye! Rápidamente me preparé, no quería llegar tarde al despacho, había mucho que hacer. Mientras tomaba el café mi vista se fijó en el libro que intenté leer por la noche, y de nuevo miles de preguntas acudieron a mi mente. Era inútil, si algo se metía en mi cabeza tenía que seguirlo hasta el final, así que en lugar de batallar, sería mejor empezar cuanto antes a indagar si valía la pena o no, seguir mi corazonada. Pero ¿Quién podía ayudarme? ¡Sólo una persona, y esa era Jacques!.

Sin pensarlo dos veces me dirigí al teléfono, y a pesar de ser las 7.30 de la mañana, a Jacques no le importó abandonar el baño. El ya estaba acostumbrado a mis improntos, así que nos citamos a las 4 de la tarde, y con la perspectiva de haber encontrado un compañero de pesquisas, me dirigí al trabajo tarareando.

EN CASA DE JACQUES

El sonido del teléfono me sacó del baño, mientras me envolvía en el albornoz pensé un montón de frases descorteses para el inoportuno que me interrumpía en un acto tan íntimo; al otro lado del auricular la voz de Ana delataba un cierto grado de alteración…

Cuando quise darme cuenta Ana ya había colgado, y yo me encontraba comprometido en una cita que implicaba arreglar mis asuntos antes de las cuatro. Observé la alfombra empapada bajo mis pies, y decidí que las 7,30 de la mañana no era una hora adecuada para limpiarla, así que lo mejor era terminar mi aseo y aprovechar el día hasta el encuentro con Ana.

CAPITULO VI

UNA CARTA DIFERENTE

Una carta bastante escueta nos indicaba que el esoterismo de la sexualidad era también origen de la salud. Algunas personas practicaban su altruismo terapéutico utilizando la energía sexual, y aplicándolo a personas enfermas, aunque estas no se dieran cuenta de que su mejora se debía a ésta acción. Se nos indicaba así mismo, que podríamos visitar a un curandero de estas características. Un teléfono de contacto, era la única seña existente.

Una intuición nos decía que no perderíamos el tiempo contactando; así que llamamos y nos dijeron un punto donde podían recogernos, ya que era preciso ir fuera de la ciudad.

Durante el trayecto nuestro anfitrión no fue muy hablador. Nos comentó que desde hacía muchos años se dedicaba al estudio y meditación y que nos llevaría ante una persona que sabía mucho sobre “esoterismo sexual”. Nos indicó que actuaba como su ayudante, y nos relató distintas anécdotas sobre su trabajo. Por los comentarios que hizo, se conoce que debía tener una posición holgada, pues realizaba muchos viajes al extranjero para estos fines.

Mientras intercambiábamos impresiones, el paisaje fue cambiando. Ya no se veían casas, sino zonas rurales, que pronto cambiaron en bosque solitario. El sonido de los neumáticos sobre grava coincidió con un cruce de miradas con Ana, asintiendo que debíamos estar llegando.

Una mansión de piedra, con abundante jardín era la residencia en que nos esperaban. Pasamos a un salón decorado de forma muy clásica. Enseguida vino un señor de aspecto distinguido, vestido con un traje oscuro. Con una seña nos dijo que nos sentáramos. Personalmente, todo aquello me parecía conocido. Como si viviera la escena por segunda vez.

– “Se que os interesa saber hasta donde alcanza el lado oculto de la sexualidad. Tendremos ocasiones posteriores donde iréis recibiendo más información, pero ahora me gustaría concentrarme en la salud.

Aquí acuden personas con problemas de salud. Pero no cualquier persona. Son bastante seleccionadas por varias razones. Yo no puedo dedicarme a actuar indiscriminadamente, ni intervenir en los aspectos kármicos de cada uno. Pero hay ciertas personas que me interesan especialmente a las que si puedo ayudar. Vosotros sois unas de esas personas, por eso – dirigiéndose a mi – te ha parecido reconocer ésta casa. Son muchos los lazos que nos unen, aunque no seas consciente de ello. Ahora vamos hacer algo práctico. Venir conmigo a otra habitación”.

Era una sensación muy extraña. Todo aquello me sonaba. Después en el viaje de vuelta, supe que lo mismo le ocurría a Ana. Mientras pensaba todo esto, pasamos a una sala más sobria. Había esculturas diversas de tamaño más bien grande, en relación con la dimensión de la habitación. También cuadros. En uno de ellos una mujer, que se parecía extraordinariamente a Ana. Cuando iba a hacer un comentario sobre el cuadro, el señor me mandó sentar, e indicó a Ana que se desnudara totalmente.

Es difícil explicar lo que sucedió, pero a Ana y a mí mismo, se le encendió una picara sonrisa. Todo aquello podría parecer algo frío, pero lo cierto es que nos invadió un estremecimiento sexual.

Enseguida Ana fue colocándose en posturas que le indicaba este señor. Siempre de pie, se le estimuló sexualmente, con mucho ceremonial, con mucho respeto. Ana comenzaba a tener la respiración entrecortada. Cada vez se excitaba más. Y en un determinado momento, el señor dijo: «Ahora presiona con todas tus fuerzas».- «Más fuerte, más fuerte». – Sin lugar a duda Ana estaba llegando al orgasmo, pero mi asombro fue el ver que entre sus piernas salió un liquido a gran presión que nada tenía que ver con la orina. Se le indicó que descansara un poco, pero manteniéndose de pie. Y pasados unos 10 minutos de nuevo la misma operación. Esta vez parecía que todo estaba incrementado: el placer, los gritos y la cantidad de liquido, que fue saliendo durante unos 5 segundos o más y mojando toda la alfombra. Se recomendó a Ana que descansara y se vistiera para no coger frío. Permanecimos en aquella habitación. Mirando a Ana, daba la impresión de tener 10 años menos. Luego comprobé en posteriores ocasiones que esto no era una impresión subjetiva, sino algo muy real.

  • “Bien, esto es el gran orgasmo. Muy rara vez se produce de forma natural, y dentro de muy poco pasaréis una etapa de rabia por éste motivo. Pero os adelanto que el motivo de esa rabia no tiene nada que ver con lo que habéis visto. Pero bien, lo más importante es que Ana ya está curada.”

Sin lugar a dudas se estaba equivocando, pues a Ana no le pasaba nada. Y dije: «Bueno, yo creo que ella no está enferma».

-“No está visiblemente enferma. Pero tenía una retención de la energía sexual, como casi todas las personas, que le potenciaba una futura enfermedad. Un orgasmo normal es casi siempre insuficiente para la mayoría de las mujeres. Esto suponiendo que lleguen correctamente al orgasmo, pero como psicólogos que sois, ya sabéis el gran número de mujeres inorgásticas que hay en las parejas actuales. Así que todo lo que digo se acrecienta aún más. No siempre es preciso hacer esta operación. Es preciso conocer a la persona y desde luego saber provocar la salida de todo el liquido. Debe vaciarse totalmente, de lo contrario la operación no está acabada. Y si es necesario, habrá que repetir 3 o 5 veces hasta que se culmine. Bien, por hoy hemos acabado, os van acompañar hasta la puerta. Gracias por este reencuentro.”

Se me agolparon montones de preguntas, pero tan solo me salió:

  • ¿Cuál es su nombre, por favor?
  • Podéis llamarme, KLAUS EDER.

El apellido de origen germánico (austríaco según nos enteramos después) justificaba el ligero acento que tenía.

Un sirviente nos acompañó hasta el coche. Pero el coche resultó ser otro vehículo con otro chofer que no nos dijo ni palabra en el recorrido de vuelta. Nuestro primer anfitrión había desaparecido. Durante el viaje de vuelta prácticamente no comentamos nada. A  Ana se le habría la boca continuamente, y comenzó a dormir plácidamente. Era una buen a señal.

EROS, TANATOS Y FORTUNA

Por una razón u otra, la consulta de Ana tenía cada vez más clientes. Naturalmente eso le agradaba, aunque tenía la contrapartida de añadir dificultades a nuestros encuentros. Yo estaba saliendo de una crisis que había herido mi orgullo personal. Y es que a las pocas semanas de nuestro primer viaje para visitar al Maestro en Sexualidad Esotérica, vimos publicada en una revista, la noticia sensacionalista del descubrimiento del Punto G. Ya no éramos los primeros, y aun conociendo el fenómeno en si mismo, tampoco sabíamos gran cosa del funcionamiento. Es cierto que los libros que salieron posteriormente hablan del fenómeno, pero dicen desconocer donde se origina el liquido. Y si cada aspecto del ser humano tiene una función concreta, el mecanismo del Punto G, parece no encajar en los conocimientos actuales. Pero a pesar de estos consuelos intelectuales nía una rabieta considerable.

Durante un tiempo realizamos algún viaje más hasta la casa KLAUS EDER, en la que nos instruía sobre varios temas. En una  de las primeras ocasiones me hizo referencia a éste tema:

  • «Ya le indiqué la primera vez que tendría un sentimiento negativo al poco tiempo de la visita. ¿Se acuerda?. Los científicos no han: hecho mas que descubrir la punta de Iceberg; pero no dicen nada de la sustancia mucosa que usted. vio. ¿Verdad?. También tiene usted una película, y habrá visto que la forma de provocar el punto G dista mucho de lo que yo hago. Lo externo parece igual, pero le aseguro, que los mecanismos son muy distintos. Continúe con su labor, está por buen camino. Debe profundizar sobre la esencia de la sexualidad. Eso le ayudará a comprender muchas cosas. Veo que tiene una idea a desarrollar sobre la violencia, eso está muy bien.»

Era cierto. Había investigado sobre la violencia y tenía la impresión de que por ese camino no me había quedado nada en el tintero; tan solo una sensación de estar en la superficie del problema…

Telefónicamente hablé con Ana sobre la posibilidad de tener algún tipo de reunión periódica, pues el trabajo en exceso y mi pequeña crisis, nos habían apartado del objetivo final de seguir con la investigación. La posibilidad de abrirnos a nuevas personas, tranquilizaba nuestro deseo de conocer nuevas opiniones y nos marcaba el ritmo de avance.

  • ¿Qué te parecería hacer una cena antes de la reunión? – dijo Ana-
  • Me parece perfecto, sería una especie de prólogo ritualístico. ¿Y después?
  • Después ya veremos, hay que dejar una parte a la improvisación.
  • ¿Qué personas podrían acudir?
  • Creo que podríamos hacer una selección entre las cartas recibidas. por otra parte está Catherine, ya sabes que está acostumbrada a ir a los más diversos grupos, tal como nos demostró en nuestra época humanista…

 

CAPITULO XII

VIAJE A PARIS

Una llamada de teléfono me indicó que debía estar en casa el domingo por la mañana, pues tendría la visita del Sr. Rudolf. Nunca había hablado con él, pero le conocía cuando en una de las visitas, me lo presentó Klaus. No sabía muy bien cual era su función, pero lógicamente debía ser un conocedor profundo de los temas esotéricos.

Preparé la casa convenientemente, al tiempo que desconectaba los teléfonos, para no ser interrumpidos.

Vino muy temprano, y yo acababa de desayunar. Nos sentamos en el salón. Y comenzó a hablarme:

  • “Este próximo año es un período importante. Existen problemas latentes en el mundo que debemos apoyar. Digo debemos, y eso os incluye a todos. Para ello debes ir a París, a un lugar que te voy a indicar. No debes apuntar nada, apréndetelo de memoria. Te lo repetiré tres veces.”

Esto de aprenderse las cosas como un espía, me ponía muy nervioso, pues siempre pensaba que se me olvidaría. La cosa no resultó difícil, pues utilicé una regla nemotécnica que le iba como anillo al dedo.

-«Debes ir con Ana. Yo estaré allí. La fecha es dentro de 15 días. Ahora no te puedo adelantar nada más. He tenido que venir porque es parte del ritual, y tampoco me puedo quedar más.»

Me había hecho ilusiones de tener más informaciones, consejos etc., pero tan corta visita me había decepcionado. Te todas formas quedaba lo de París, que al menos parecía intrigante.

Los 15 días pasaron rápidos. Utilizamos el tren para llegar.

París siempre me producía una sensación similar. Seguro que tenía que ver con experiencias pasadas, pero me resultaba difícil precisarlo. El pensamiento que me venía, era el de ser un refugiado. Alguien perseguido en algún país de centro Europa que se encuentra en un París tolerante con las ideas avanzadas de las que soy portador. Aquí también me encuentro con personas en parecidas circunstancias a las mías, y un contacto con personas afines, siempre es reconfortante.

Tomamos un taxi para ir a la Cafetería «Le Cheval Rouge» situada en el barrio latino. Era tiempo de invierno, así que las terrazas y las cervezas frías se habían cambiado en cafés calientes y gente arremolinada en el interior de las cafeterías.

Las indicaciones recibidas eran de esperar. Así que tomamos tranquilamente nuestra consumición mientras mirábamos la decoración clásica del café. Me preguntaba si allí habría hecho sus reuniones MARIA DE NAGLOWSKA. Las grandes ciudades, como París, tienen como capas envolventes unas detrás de las otras. La mirada del observador puede contemplar solo lo mostrado a turistas, o las conexiones de negocios, o profundizar más y ver la parte oculta y romántica de las cosas. En muchos rincones de París, se aprecia ese vaho que está detrás de las piedras, de ciertas calles… y en el que están impregnadas escenas históricas.

No pudimos divagar mucho con nuestros pensamientos porque enseguida vino una persona directamente hacia nosotros. Era un hombre de unos 40 años, bien arreglado, quien nos dijo:

  • Buenos días. No se levanten. Tomen tranquilamente su consumición, yo les espero fuera, pues tengo el coche mal aparcado.

Nos apresuramos a salir y montar en el vehículo.

Nuestro anfitrión no habló más que de cosas triviales: El frío de aquella mañana, sobre nuestro viaje… Se interesó por nuestro descanso y por saber si estaba todo arreglado en el Hotel.

Pasamos la plaza de la Bastilla y pronto comenzamos a rodar por el periférico. En poco tiempo nos encontrábamos en carretera menos transitada. Luego llegó un paisaje campestre y finalmente divisamos un pequeño torreón separado de una gran casa de piedra, de tres pisos. Una verja pintada de negro rodeaba toda la mansión. Enseguida nos recibieron.

Un criado nos abría paso por la casa. Había gente pululando por toda ella. De repente vi a Alice que salía acompañada de una habitación y entraba en otra. No me vio.

Seguimos adelante hasta donde se encontraba Klaus.

  • Me alegro mucho de que estéis aquí. Enseguida iremos a celebrar el año recién estrenado.
  • ¿Celebrar el año nuevo? No creí que celebraran esas cosas…
  • Lo hacemos por varios motivos. En fechas señaladas el mundo se pone de acuerdo para celebrar algo. Es de las pocas cosas en que se ponen de acuerdo. Y esto lo aprovechamos para captar la energía en ese momento. Por otro lado este año tenemos que hacer muchas cosas, así que un brindis también es un acto mágico con el que empezar el año.
  • Si conozco algo sobre la captación de energía. Tengo varios amigos que pertenecen a…
  • No se trata de una unión de voluntades, como lo que me está hablando. Nosotros trabajamos con energías más potentes que la simple unión de deseos. Es como comparar la obra de arquitectura de un gran proyecto de rascacielos con la construcción de una chabola en un suburbio de una ciudad. Construir una casa sería decir algo correcto para ambos casos. Pero lógicamente una cosa no tiene nada que ver con la otra. Aquí de nuevo el lenguaje se hace corto.
  • ¿Se trata de unir más a todos los seres humanos? – preguntó Ana.
  • De alguna manera es eso. Pero siguiendo el símil del Arquitecto. Este solo puede poner en marcha su ingenio si tiene materiales. Buenos materiales. Nosotros podemos tener conocimientos, pero la materia prima es la Humanidad. Si los seres humanos no emiten nada, nada podemos hacer. Nuestra capacidad está limitada a construir con las Energías que nos aporten.

Pero no me preguntéis a mí. Vosotros estáis metidos en esa labor.

Mientras decía eso, sonrió ampliamente. El bien sabía que no éramos conscientes de nada de eso, y por eso nos lo decía con ironía.

  • Hoy no vamos a hacer ningún ejercicio. Pero aprovecharé para que tu, Jacques, realices alguna prueba de magnetismo. Ya te lo explicaré… aunque quizá esto sea mañana. Todavía no lo sé. Ahora lo que haremos será bajar al salón. Hay personas muy interesantes que han venido de bastantes sitios. Son personas como ustedes, y les recibirán agradablemente. Hay algunas que ni me conocen.

Bajamos hacia el salón, mientras me preguntaba que significaba aquello de que no le conocían.

El salón estaba muy animado. Hombres y mujeres hablaban de cosas, como en una reunión «normal». En una esquina vimos a Rudolf quien nos saludó con la mano. Dos señores interceptaron a Ana para hablarle. Daba la impresión de que la conocían mucho, y en los ojos de Ana pude apreciar que le agradaba la compañía.

Yo seguí mi camino, esta vez con una copa de champagne en la mano, y casi me topé con Alice. ¿Conseguiría que dijera una palabra?. No cabe duda que me había impresionado fuertemente.

  • ¿Has venido desde Burdeos? -dije por iniciar la conversación
  • Hace dos días que estoy en París. Te presentaré a mi gente de nuestro círculo.
  • ¿De vuestro circulo?
  • Si somos 4 personas trabajando en esto, periódicamente Klaus nos ayuda en nuestra labor. No hacemos nada terapéutico, solamente reforzamos la red.

Su voz era muy agradable, pero no entendía mucho de lo que me hablaba. Quizá estuvieran más avanzados, pero nosotros no teníamos Circulo ni un plan concreto de actuación.

Alguien tocó mi hombro. Era Klaus.

  • ¡Ah! Muy bien. Así que has encontrado a tu nueva novia.
  • .. no se…
  • Alice será la mujer que os va a ayudar directamente en algunas etapas. Ella tiene experiencia. Pero lo más importante es que tiene una gran sintonía contigo. ¿Lo has notado, verdad?. Pero lo más asombroso es que también la va a tener con Ana, en cuanto la vea.

Dirás que no tienes un plan. Esto no funciona como una empresa, es algo distinto. Todo está dividido en etapas, son pequeños pasos a dar. En vuestro caso, de cara al gran público, lo importante es que ultiméis una TERAPIA DE GRUPO, basada en los temas sexuales Será una terapia muy efectiva, porque detrás estaremos nosotros. Pero también las personas de buena voluntad que se acerquen nos proporcionarán esa materia prima de la que os hablaba. Recordar Una terapia, es en lo que tenéis que trabajar.

Ana había dejado a los dos hombres y se dirigía hacia nosotros. Se hicieron las presentaciones. Un ligero intercambio protocolario y Klaus se llevó a Alice hacia otro lado.

  • ¿Vaya mujer, no? – dijo Ana.

Yo no hice sino sonreír disimuladamente, mientras bebía un poco de champagne.

– ¡Oye! ¿Qué es eso que está escondido? – dijo encaminándose hacia una cortina roja.

  • ¿El qué? – contesté siguiéndola sin saber exactamente a lo que se refería.
  • Esto – dijo apartando la cortina. ¿No es maravilloso?

La verdad es que lo era, un prodigio de imaginación, el abeto más hermoso que había visto hasta entonces, con una maravillosa naturalidad, sólo que, hecho de piedras preciosas. Me volví hacia Ana para comentarle mi asombro, y no pude articular palabra. Ana permanecía absorta, atraída por una esmeralda que lanzaba sus destellos rectos a su rostro. No sabía que ocurría y busqué con la mira a Klaus para que la ayudara a salir del trance, cuando un suspiro de Ana me avisó para sujetarla antes de que cayera de bruces.

  • ¿Estás bien?
  • Sí, por supuesto – su voz sonaba ausente y hacia verdaderos esfuerzos por mantenerse en pie.
  • Creo que me vendría bien una copa.

Le entregué la que tenía en la mano.

Klaus se acercó a nosotros, y cuando iba a preguntarle sobre lo acontecido a Ana. ésta lanzó un grito, llevándose las manos a cabeza y derramando la copa.

  • «Las llaves»
  • ¿Qué ocurre? Indagó Klaus.
  • ¡Dios mío! que cabeza tengo, me he dejado las llaves de la oficina puestas en la puerta, y con estos días de fiesta puede entrar cualquiera.
  • Ana no tienes remedio – comenté intentando ocultar mi ira.- ¿Que vamos a hacer ahora?

Klaus sonrió como si el incidente no tuviese importancia, y acompañándonos a una pequeña mesita, nos hizo colocarnos a su lado mientras decía – No suelo hacer estas cosas, pero si sigues con mente puesta en las llaves, el ritual no saldrá como debe, te necesito entera en cuerpo y mente.

No supimos que contestar, nuestra vista siguió el movimiento de sus manos. Con el dedo índice empezó a dibujar un pequeño círculo en el centro de la mesa, y poco a poco una neblina, de color lechoso fue tomando cuerpo, emergiendo de ella paulatinamente una figura, que rápidamente se destacó. Eran las llaves. Ana las cogió con miedo, y descubrió la elevada temperatura de las mismas soltándolas rápidamente; al mismo tiempo un olor difícilmente identificable, le hizo girar la cabeza.

  • ¿Cómo ha podido hacer esto?
  • Con práctica – contestó Klaus, mientras me guiñaba un ojo. No os preocupéis por el olor pronto desaparecerá.
  • ¿Este es el olor que dicen que surge ante algunas apariciones? – pregunté.
  • Sí y no – respondió Klaus con aire de místico. Hay muchos misterios en los olores, pero aún no es tu momento, no podrías todavía captar mis explicaciones.

Sin dar opción a continuar la conversación Klaus se alejó de nosotros. Ana cogió sus llaves, observando que eran las auténticas, y ante nuestro asombro, en la mesa no quedó la mínima señal de la maravilla ocurrida.

De pronto un silencio absoluto nos hizo volver la cabeza.

En el centro de la sala estaba Klaus y los sirvientes repartían un licor dulzón entre los asistentes.

Su voz se elevó repetida como un eco. El sonido del Mantra formulado nos envolvió, y mientras bebíamos, pudimos ver a la humanidad en pleno brindando e intercambiando frases de paz y amor. Habíamos entrado en el nuevo año.

Al levantar los ojos de la copa, no sólo había desaparecido la hermosa visión, sino todos los invitados e incluso el propio Klaus.

Ana y yo nos miramos atónitos y de pronto, Rudolf apareció ante nosotros sonriendo.

  • No os preocupéis por nada, han vuelto a su rincón, y vosotros también debéis volver al vuestro.
  • Pero, pero yo quería preguntar que ha ocurrido antes con el desmayo de Ana.
  • Ella te lo dirá a su debido tiempo, ahora debéis partir.

Sin mediar palabra, nos acompañó a la salida, llevándonos en su coche al café donde nos habían citado. Y, literalmente, desapareció.

Aún teníamos tiempo de recorrer París antes de volver a casa. El barrio latino hervía de gentes lanzadas a la calle con el afán de transmitir su alegría por el nuevo año que acababa de nacer. Ana y yo decidimos sumarnos a la fiesta, dirigiéndonos a un entorno para nosotros siempre mágico, un pequeño restaurante en la cumbre del Sacré Coeur.

Y allí, el sonido del piano envolvió nuestro brindis «Viva París».